La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.
Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:
*“Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”
*“Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"
* “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
ORIGEN DE LA COSTUMBRE
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.
La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.
EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA
El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.
LA ORACIÓN: La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior.
Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.
Para que nuestra Oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:
La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.
La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.
La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.
EL SACRIFICIO:
Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar.
“Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará." (Mt 6,6).
CONCLUSIÓN:
Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.
Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.
El arrepentimiento: Debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Credo: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.
La confesión de nuestros pecados: El arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.
La penitencia: Que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.
Y finalmente laConversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús.
Es un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás.
Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.
Sugerencias para vivir la fiesta:
Asistir a la iglesia a ponerse ceniza con la actitud de conversión que debemos tener.
Leer la parábola del hijo pródigo, San Lucas 15, 11-32 o el texto evangélico de San Mateo 6, 1-8.
Vamos a trabajar ciertas actitudes, una cada semana de cuaresma.
Para ello nos vamos a servir de un texto del propio Evangelio, una oración y un
pequeño vídeo.
1. Amistad
(Lc 6, 12-16)
Llamó a sus discípulos y eligió a doce
En esos días, Jesús se retiró a una
montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de
día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre
de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano,
Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo,
Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue
el traidor.
Te doy gracias,
Padre Bueno,
Dios de la Vida,
por los amigos
que me regalas
en el camino de la vida.
Mis amigos me alientan, Señor.
Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy
y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan,
me aconsejan,
siempre están atentos
dispuestos a ayudarme
y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
2. Fe
Los setenta y dos enviados: Lc. 10, 1-12
Después de esto escogió también el Señor a
otros setenta y dos, a y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos
los pueblos y lugares a donde tenía que ir. Les dijo: “Ciertamente la mies es
mucha, pero los obreros son pocos. Por eso, pedidle al Dueño de la mies que
mande obreros a recogerla. Andad y ved que os envío como a corderos en medio de
lobos. No llevéis bolsa ni monedero ni sandalias, y no os detengáis a saludar a
nadie en el camino. Cuando entréis en una casa, saludad primero diciendo: ‘Paz a
esta casa.’ Si en ella hay gente de paz, vuestro deseo de paz se cumplirá;
si no, no se cumplirá. Y quedaos en la misma casa, comiendo y
bebiendo lo que tengan, pues el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de
casa en casa. Al llegar a un pueblo donde os reciban bien, comed lo que os
ofrezcan; y sanad a los enfermos del lugar y decidles: ‘El reino de Dios
ya está cerca de vosotros.’ Pero si llegáis a un pueblo y no os reciben,
salid a las calles diciendo: ‘¡Hasta el polvo de vuestro pueblo que se ha
pegado a nuestros pies nos lo sacudimos en protesta contra vosotros! Pero sabed
que el reino de Dios está cerca.’
Contó Jesús esta otra parábola: “Un
hombre tenía dos hijos. El más joven le dijo: ‘Padre, dame la parte de la
herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos
días después, el hijo menor vendió su parte y se marchó lejos, a otro
país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada. Cuando ya no
le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él
comenzó a pasar necesidad. Fue a pedirle trabajo a uno del lugar,
que le mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y él deseaba llenar el
estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las
daba. Al fin se puso a pensar: ‘¡Cuántos trabajadores en la casa de mi
padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de
hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado
contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame
como a uno de tus trabajadores.’ Así que se puso en camino y regresó
a casa de su padre.
“Todavía estaba lejos, cuando su
padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió
con abrazos y besos. El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra Dios
y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo.’ Pero el padre ordenó
a sus criados: ‘Sacad en seguida las mejores ropas y vestidlo; ponedle también
un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el becerro cebado y
matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, porque este hijo mío
estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!’ Y
comenzaron, pues, a hacer fiesta.
“Entre tanto, el hijo mayor se
hallaba en el campo. Al regresar, llegando ya cerca de la casa, oyó la música y
el baile. Llamó a uno de los criados y le preguntó qué
pasaba, y el criado le contestó: ‘Tu hermano ha vuelto, y tu padre
ha mandado matar el becerro cebado, porque ha venido sano y salvo.’ Tanto
irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que
salir a rogarle que lo hiciese. Él respondió a su padre: ‘Tú sabes
cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni
siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. En cambio,
llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y
matas para él el becerro cebado.’
“El padre le contestó: ‘Hijo, tú
siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero ahora debemos hacer
fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir;
se había perdido y lo hemos encontrado.’
- ¿Por qué se
va el hijo menor de la casa del Padre? - ¿Qué hace
el hijo mayor? - ¿Cómo vive
cuando tiene dinero? ¿Y cuándo se le acaba? - ¿Por qué
decide volver a la casa del Padre? ¿Cómo lo recibe? ¿Qué celebra? - ¿Qué dice y
hace el hijo mayor? ¿Estás de acuerdo? Nota: hacer
caer en la cuenta que Dios siempre nos espera con los brazos abiertos, por eso
nos regala la cuaresma para “Acercarnos a él, cambiando nuestra vida”.
4. Confianza Curación del ciego Bartimeo: Mc. 10, 46-52
Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús
de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego
llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al
oir que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar:
–¡Jesús, Hijo de David,
ten compasión de mí!
Muchos le reprendían
para que se callara, pero él gritaba más aún:
–¡Hijo de David, ten
compasión de mí!
Jesús se detuvo y dijo:
–Llamadle.
Llamaron al ciego y le
dijeron:
–Ánimo, levántate. Te
está llamando.
El ciego arrojó su capa,
y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó:
–¿Qué quieres que haga
por ti?
El ciego le contestó:
–Maestro, quiero
recobrar la vista.
Jesús le dijo:
–Puedes irte. Por tu fe
has sido sanado.
En aquel mismo instante
el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús.
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a
todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más,
Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.
5. Encuentro con
Dios-oración
Jesús enseña a orar – Lc 11, 1-11
Estaba Jesús una vez orando en cierto
lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le rogó:
–Señor, enséñanos a
orar, lo mismo que Juan enseñaba a sus discípulos.
Jesús les contestó:
–Cuando oréis, decid:
'Padre, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Danos cada día el pan que necesitamos.
Perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a todos los que nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación.'
También les dijo Jesús:
–Supongamos que uno de
vosotros tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: 'Amigo,
préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a mi
casa y no tengo nada que ofrecerle.' Sin duda, aquel le contestará desde
dentro: '¡No me molestes! La puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme a darte nada.' Pues bien, os digo que aunque no
se levante a dárselo por ser su amigo, se levantará por serle importuno y le
dará cuanto necesite. Por esto os digo: Pedid y Dios os dará, buscad
y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que
pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama a la puerta, se le
abre. ¿Acaso algún padre entre vosotros sería capaz de darle a su hijo una
culebra cuando le pide pescado?
Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto. Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca. Escúchame enseguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa. En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
6. Amor
incondicional Mandamiento principal – Mc. 12, 28-31
Al ver lo bien que Jesús había contestado
a los saduceos, uno de los maestros de la ley, que les había oído discutir, se
acercó a él y le preguntó:
–¿Cuál es el primero de
todos los mandamientos?
Jesús le contestó:
–El primer mandamiento
de todos es: ‘Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas.’ Y el segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Ningún
mandamiento es más importante que estos.
Lavatorio de los pies- Jn. 13, 1-20
Era la víspera de la fiesta de la Pascua. Jesús
sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir a reunirse con
el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los
amó hasta el fin.
El diablo ya había metido en el corazón de
Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Durante la cena,
Jesús, sabiendo que había venido de Dios, que volvía a Dios y que el Padre
le había dado toda autoridad, se levantó de la mesa, se quitó la ropa exterior
y se puso una toalla a la cintura. Luego vertió agua en una
palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con
la toalla que llevaba a la cintura.
Cuando iba a lavar los pies a Simón Pedro,
este le dijo:
–Señor, ¿vas tú a lavarme
los pies?
Jesús le contestó:
–Ahora no entiendes lo
que estoy haciendo, pero más tarde lo entenderás.
Pedro dijo:
–¡Jamás permitiré que me
laves los pies!
Respondió Jesús:
–Si no te los lavo no
podrás ser de los míos.
Simón Pedro le dijo:
–¡Entonces, Señor, no
solo los pies, sino también las manos y la cabeza!
Pero Jesús le respondió:
–El que está recién
bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y
vosotros estáis limpios, aunque no todos.
Dijo: “No estáis limpios todos”, porque
sabía quién le iba a traicionar.
Después de lavarles los pies, Jesús volvió
a ponerse la ropa exterior, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo:
–¿Entendéis lo que os he
hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón porque lo
soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también
vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado un ejemplo para que
vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho. Os aseguro que ningún sirviente es
más que su señor y ningún enviado es más que el que lo
envía. Dichosos vosotros, si entendéis estas cosas y las ponéis en
práctica.
“No me estoy refiriendo
a todos vosotros: yo sé a quiénes he escogido. Pero tiene que cumplirse lo que
dice la Escritura: ‘El que come conmigo se ha vuelto contra mí.’ Os digo esto
de antemano, para que, cuando suceda, creáis que yo soy. Os aseguro que quien
recibe al que yo envío me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me
ha enviado.”
Institución de la Eucaristía – Mc. 14, 22-25
Mientras cenaban, Jesús tomó en sus manos
el pan, y habiendo dado gracias a Dios lo partió y se lo dio a ellos, diciendo:
–Tomad, esto es mi
cuerpo.
Luego tomó en sus manos una copa, y
habiendo dado gracias a Dios se la pasó a ellos, y todos bebieron. Les
dijo:
–Esto es mi sangre, con
la que se confirma el pacto, la cual es derramada en favor de muchos. Os
aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba
vino nuevo en el reino de Dios.
Dios mío, tú eres mi Dios. Con ansias te busco desde que amanece, como quien busca una fuente en el más ardiente desierto. ¡Quiero verte en tu santuario, y contemplar tu poder y tu grandeza! Más que vivir, prefiero que me ames. Te alabaré con mis labios.
¡Mientras viva te alabaré! ¡Alzaré mis manos para alabarte! ¡Con mis labios te alabaré y daré gritos de alegría! ¡Eso me dejará más satisfecho que la comida más deliciosa!
Me acuesto y me acuerdo de
ti; durante toda la noche estás en mi pensamiento. ¡Tú eres quien me ayuda! ¡Soy feliz bajo tu protección! ¡A ti me entrego por completo, porque tu gran poder es mi apoyo!
35 frases del mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015: “Fortaleced
vuestros corazones”
La Cuaresma 2015 comienza el 18 de febrero, miércoles de ceniza. 35 frases
del mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015: “Fortaleced vuestros
corazones”:
1.- La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las
comunidades y para cada creyente. Pero, sobre todo, es un ”tiempo de gracia” (2
Co 6,2).
2.- Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: “Nosotros amemos al
Señor porque Él nos amó primero” (1 Jn 4,19).
3.- Él (Dios) no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de
nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo
dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a
lo que nos sucede.
4.- (Sin embargo, nosotros) cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos
olvidamos de los demás (algo que Dios no hace jamás), no nos interesan sus
problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces
nuestro corazón cae en la indiferencia.
5.- Esa actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión
mundial, hasta tal punto que podemos hablar de globalización de la
indiferencia.
6.- Uno de los desafíos más urgentes sobre lo que quiere detenerme en este
mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
7.- La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real
también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito
de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
8.- Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a
su propio Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida
terrena, en la muerte y en la resurrección del Hijo de Dios, se abre
definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.
9.- Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la
proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de
la fe que actúa por la caridad (cf Ga 5, 6).
10.- Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la
puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo entra en Él. Así,
la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada
o herida.
11.- El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no
ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo.
“Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12,26)- La Iglesia
12.- La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos nos la
ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin
embargo, solo se puede testimoniar lo que antes de ha experimentado.
13.- El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y de
su misericordia, que lo revista de Cristo para llegar a ser como Él, siervo de
Dios y de los hombres.
14.- La Cuaresma es un tiempo oportuno para dejarnos servir por Cristo y así
llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando
recibimos los sacramentos, en particular, la eucaristía. En ella, nos
convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo
15.- Quien es de Cristo pertenece a uno solo cuerpo y en Él no se es
indiferente hacia los demás.
16.- En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas
santas, nadie posee solo para sí mismo, sino que lo es tiene es para todos. Y
puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están
lejos.
“¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4, 9) – Las parroquias y las
comunidades
17.- Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en
la vida de las parroquias y comunidades.
18.- En estas realidades eclesiales, ¿se tiene la experiencia de que
formamos parte de un solo cuerpo?, ¿un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios
quiere donar?, ¿un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, más pobres y
pequeños, y se hace cargo de ellos?, ¿o nos refugiamos en un amor universal que
se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro
sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16, 19-31).
19.- Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y
de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su
plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence a la
indiferencia.
20.- La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los
sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan,
gracias que, con la muerte y resurrección de Jesús, vencieron definitivamente
la indiferencia, la dureza del corazón y el odio.
21.- Santa Teresita de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida
de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena
mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: “Cuanto mucho con
no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la
Iglesia y para las almas”.
22.- Toda la comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone
en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La
Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma,
sino que es enviada a todos los hombres.
23.- La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a
Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la
tierra (cf. Hch 1,8).
24.- ¡Cuánto deseo que los lugares en los que manifiesta la Iglesia, en
particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de
misericordia en medio de la indiferencia!
“¡Fortaleced vuestros corazones!” (St 5, 8)- La persona creyente
25.- También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia.
Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el
sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para
intervenir.
26.- ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror
y de impotencia?
27.- En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y
celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La
iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia
–también a nivel diocesano-, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta
necesidad de la oración.
28.- En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a
las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de
caridad de la Iglesia.
29.- La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar el interés por el otro,
con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma
humanidad.
30.- En tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye una llamada a la
conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi
vida, la dependencia de Dios y de los hermanos.
31.- Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de
nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos
reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos
hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
32.- Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia,
quiero pedir a todos en este tiempo de Cuaresma sed viva como una formación del
corazón, como dijo Benedicto XVI (Deus caritas est, 31).
33.- Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil.
Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al
tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu
y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y a las
hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo
da todo por el otro.
34.- Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con vosotros a
Cristo en esta Cuaresma: “Fac cor nostrum secundum Cor tuum”: “Haz nuestro
semejante al tuyo” (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús).
35.- De este modo, tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y
generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la
globalización de la indiferencia.
El próximodomingo 8 de febrero, se celebra en toda España la Jornada Nacional de Manos Unidas y en esta ocasión desde la ONGD se nos invita a reflexionar y hacer balance sobre el logro de los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)propuestos por Naciones Unidas, precisamente en 2015, año que se había marcado como fecha tope para la consecución de dichos objetivos.La ONG de Desarrollo de la Iglesia Católica para la ayuda a los países más desfavorecidos del planeta, que apoya más de 1.000 proyectos en más de 60 países, recordará, durante 12 meses, que la lucha contra la pobreza es una tarea de las naciones, pero, también, de cada una de las personas que formamos parte de nuestro mundo; por eso invita a toda la sociedad a unirse a esta lucha contra la pobreza con una pregunta que nos hace a todos en el lema de este año: "Luchamos contra la pobreza ¿te apuntas?"
Vivimos en un mundo en el que la indiferencia se ha globalizado. Para
transformarlo, debemos recuperar, desde la justicia y la caridad, el
significado más profundo de la solidaridad entre todos y hacia todos.
Son muchos los que hoy viven sin esperanza sumidos en la pobreza.
Es
preciso tomar la iniciativa ante las necesidades de los otros ¿te
apuntas?