miércoles, 11 de julio de 2012

Documento «La verdad del amor humano» de la CEE

«La verdad del amor humano»: un documento valiente y necesario.

Dios, que es amor, es también el origen del amor humano, un amor que no se encuentra en el hombre, ni a su arbitrio caprichoso y coyuntural, sino en el misterio de Dios que se revela y sale al encuentro de la persona. Una persona que existe necesariamente como hombre o como mujer y que, por su misma naturaleza, ambos, hombre y mujer, se encaminan hacia el amor conyugal, que es un amor comprometido, una comunidad de vida y de amor, en un amor plenamente humano y total, que ha de ser exclusivo, fiel, abierto a la vida, fecundo y para siempre. Las anteriores afirmaciones son parte de la quintaesencia del último documento de la CEE «La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar» (cf. 12 a 32).
Se trata de un documento extenso, sólido, bien fundamentado en la Palabra de Dios, en la ley natural y en el Magisterio de la Iglesia. Es un texto valiente, a contracorriente, necesario, libre, evangélico, equilibrado, sensato y de puro sentido común. El subtítulo del documento, cuya autoría es la Asamblea Plenaria de la CEE en su reunión de abril pasado, lo hace asimismo especialmente oportuno para la hora cultural y política que nos toca vivir. Es una hora lastrada por una visión reductiva, fragmentaria, y banal de la sexualidad, a la que se ensalza como un fin en sí misma y hasta, de algún modo, «diviniza». Es esta también una hora herida por la llamada ideología de género, heredera y continuadora postmoderna –podríamos decir– de la llamada revolución sexual y del amor libre con epicentro simbólico en el año 1968. Y es asimismo una hora mancillada por el materialismo, positivismo y relativismo jurídico que, en España sin ir más lejos, ha emanado leyes tan lesivas e inicuas para el amor humano, el matrimonio y la familia como el mal llamado «matrimonio homosexual», el divorcio exprés o la última ley del aborto. Ello ha ocasionado que, como afirman los obispos, asistamos «a la destrucción del matrimonio por vía legal» y a una desvalorización y trivialización sin precedentes de la institución matrimonial y familiar, igualmente apoyada de manera muy insuficiente por la sociedad civil, la opinión pública y los sucesivos Gobiernos.
Con todo, el documento rezuma esperanza. Es un servicio extraordinario para todas las personas de buena voluntad. Es una denuncia razonada y propositiva ante lo políticamente correcto y ante quienes manejan estos «hilos» y «agendas». Y, sobre todo, está llamado a fortalecer la identidad del matrimonio y de la familia –el matrimonio y la familia que Dios, la razón humana y la ley natural quieren– y de quienes creen en ellos y se afanan por vivir según ellos. Este texto ha de ser conocido, leído, meditado, dialogado y trabajado por agentes de la pastoral matrimonial y familiar y por los destinarios de su servicio. Se han de llevar a las catequesis de  jóvenes y de adultos y a los cursillos prematrimoniales. Porque a unos y a otros –a todos– ayudará para saber dar razones de su manera de pensar, de vivir y de creer. Nada hay más importante en la vida de todas y cada una de las personas que la familia. Y esta familia, la verdad y la belleza de esta familia, es la que el documento muestra y busca potenciar.

Decálogo del domingo como el día de la Eucaristía



1.- El domingo es un día sagrado para la vida de la Iglesia, para todos y cada uno de los creyentes. El domingo ayuda a ver el mundo a la luz de la Eucaristía. La misa es el sacrificio de Cristo que cambia el mundo y pide a la Iglesia que también se transforme.
2.- La Eucaristía es fuente de la cultura del perdón, tan necesaria como olvidada en nuestro mundo de hoy. La misa dominical facilita y fomenta esta cultura del perdón.

Eucaristía
3.- El Día del Señor es también el día de la solidaridad y del compartir con los demás, especialmente con los pobres. Y desde la misa dominical surge una ola de caridad destinada a extenderse a toda la vida de los fieles.
4.- Sin la misa dominical, no se alimenta la fe mediante el encuentro con el Señor, no se escucha la palabra de Dios, ni se vive la dimensión comunitaria de la fe. Si el cristiano falta a la misa dominical, gradualmente se distancia de Cristo y de la Iglesia.
5.- Dedicando tiempo al Señor cada domingo y en los días de precepto, la persona humana descubre una mejor jerarquía de valores, a la cual adaptar su existencia.
6.- En la celebración del Día del Señor, los fieles, a menudo turbados por problemas de distinta índole, podrán obtener de la Eucaristía luz, paz, consuelo y la fuerza necesaria para transformar sus vidas y el mundo según Jesucristo.
7.- Vivir el domingo como el Día del Señor nos ayudará a llenar de sentido y plenitud la dimensión festiva del domingo, que es mucho más que un día sólo de descanso y ocio.
8.- El domingo es el día de la familia cristiana. Y en su participación de la Eucaristía alarga sus horizontes cristianos y descubre que es parte viva de la gran familia de Dios.
9.- La celebración dominical de los católicos se transforma también en un signo distintivo para ellos, en particular en aquellos países donde son una minoría o donde la práctica dominical es progresivamente menor.
10.- La vivencia del domingo cristiano potencia actitudes y sentimientos de comunidad y supera concepciones y praxis individualistas de las relaciones de los hombres entre sí y de los hombres con Dios.